No votaré por un hombre por ser padre, ni por una mujer por ser madre

A partir del 2015, tras 20 años de la Plataforma de Acción de Beijing, se presenta un escenario sin precedentes en México: la paridad en candidaturas a diputaciones en congresos locales, a los puestos de los ayuntamientos e incluso 7 mujeres candidatas a la gubernatura de 6 estados (Nuevo León, Sonora, San Luis Potosí, Campeche, Guerrero y Michoacán). La presencia de mujeres en estas dimensiones no había sido vista antes en nuestro país. Por tanto, agarra a muchas y muchos desprevenidos, preguntándose ¿por qué he de votar por mujeres? ¿Cuál será la diferencia?

En el escenario político que ofrece este año, se presenta la oportunidad de abandonar frases y mitos al respecto de las mujeres en puestos de toma de decisiones, tales como “nuestro estado no está listo para una gobernadora”, “las mujeres no pueden llevar una agenda de seguridad pública, son muy emocionales”, “no importa que lleguen hombres o mujeres, todo seguirá igual”, “si llegan mujeres al poder, ellas sabrán gobernar, porque saben llevar una familia”, etc.

Para emitir un voto responsable, es aconsejable que éste sea resultado de un proceso informado y reflexivo. Con el objetivo de contribuir con dicho proceso, a través de este artículo les compartimos algunas razones por las cuales creemos que es una buena elección votar por mujeres para que accedan a puestos de toma de decisiones. Las 10 razones enlistadas a continuación no recurren a esencialismos, a estereotipos de género o a trivialidades para justificar su validez. Su enunciación fue un intento por sistematizar los hallazgos y resultados de la experiencia de México en materia de derechos políticos-electorales de las mujeres, la mayoría de éstos contenidos en la publicación del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación titulada “Género y derechos políticos” y otras publicaciones del TEPJF[1].

Diez razones para votar por mujeres:

  1. Es nuestro derecho votar y ser votadas en igualdad de condiciones. Es un pacto tramposo esperar que tengamos solamente obligaciones y no oportunidades de acceder al sistema político en donde se toman las decisiones que impactan nuestras vidas día a día.
  1. Las mujeres somos el 52% de la población del país, no obstante estamos sub-representadas en los puestos de toma de decisiones. Al votar por mujeres para que ocupen puestos de toma de decisiones en el gobierno, se vota por incorporar nuestras visiones y vivencias a la agenda pública, al quehacer del gobierno.
  1. No todas somos iguales, pero compartimos semejanzas indiscutibles. Es cierto que no todas las mujeres vivimos lo mismo, o que necesariamente representamos las necesidades e intereses de todas las mujeres. No obstante, existen más posibilidades de que las mujeres posicionen en la agenda pública las problemáticas que les aquejan, a que las pongan sobre la mesa aquellos que no las viven. Es cierto que no todas las mujeres somos iguales, por lo que sería una mentira pensar que todas estamos igual de interesadas en solucionar X o Y problemática, cuya urgencia puede ser percibida de manera distinta desde distintos contextos socio-económicos. A pesar de las diferencias, las mujeres como grupo compartimos semejanzas. Diría Marcela Lagarde “quizá lo semejante está en que compartimos una historia, en la posición social semejante, en que no tenemos ciertos derechos. Enfrentamos desigualdad y discriminación por el simple hecho de ser mujeres”. Basta con echar un vistazo a las desigualdades que enfrentamos las mujeres, como grupo, para comprobarlo[2].

Como resultado de la participación de las mujeres en la vida política del país, se han posicionado problemáticas en la agenda que antes estaban invisibilizadas o no eran priorizadas. Por ejemplo: 1) Se han promovido iniciativas que atienden demandas como la no discriminación de mujeres embarazadas en la contratación laboral; iniciativas sobre licencias de maternidad y paternidad; iniciativas sobre acoso laboral y en materia económica; 2) se amplió la legislación sobre salarios, hostigamiento sexual en el espacio laboral, ciudadanía y necesidades específicas de la salud reproductiva de las mujeres[3]; 3) se prohibió la discriminación de género; 4) se formuló la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia; se propuso que la violencia familiar se persiguiera de oficio; 5) se aprobaron enmiendas a la ley electoral y a la ley de violencia contra las mujeres para incluir la violencia en la política y durante el proceso electoral; la violencia electoral de género y la violencia obstétrica han recibido una mayor atención.

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  1. Constitución de masa crítica. La cantidad de mujeres en espacios de toma de decisiones SÍ importa. Un mayor número de mujeres representa mayor posibilidad de alianza e incidencia para promover intereses específicos que no han sido atendidos o no han sido visibilizados.
  1. Las mujeres que acceden a puestos de toma de decisiones detectan y visibilizan las barreras y los obstáculos que están dentro del sistema político y que impiden que se fortalezca su participación política y su capacidad de incidencia en el mismo. Las mujeres que han accedido a puestos de toma de decisiones han señalado y evidenciado las trampas y los trucos de los que se hace uso para evitar el fortalecimiento de la participación política de las mujeres, como en el caso de los aguerridos machos con su estrategia de las “Juanitas”[4], mujeres que una vez que asumían su cargo cedían sus curules a los suplentes varones por presiones partidarias o arreglos previos; o como cuando las listas no cumplen con la proporción debida de hombres y mujeres; o se colocan las candidaturas de mujeres en distritos perdedores; o colocan a sus parientes, o mujeres sin experiencia política; o las amenazas dentro de los partidos políticos para lograr que mujeres se registren como candidatas; o exigir a las mujeres firmar renuncias en blanco antes de ser registradas como candidatas; o no darles recursos para campaña; o dejarlas entrar en funciones y no pagarles; o ridiculizar y descalificar sus propuestas presentadas, etc.
  1. Al ocupar puestos de toma de decisiones en el gobierno, las mujeres llevan a cabo acciones para eliminar las barreras y los obstáculos que están dentro del sistema político-electoral que no permiten que se fortalezca su participación política y capacidad de incidencia. Las acciones han sido de sanción e incentivos. Se han establecido lineamientos cada vez más específicos a fin de evitar “trampas” y “trucos” que eviten que las mujeres participen más y mejor en la política. Las cuotas, a diferencia de sus inicios, se regulan con más especificaciones y se aplican penalizaciones por falta de cumplimiento, como no permitir el registro de candidaturas a quienes no las observen.
  1. Continuidad y sostenibilidad de los logros alcanzados. En 1955 se conquistó el sufragio de las mujeres a nivel federal. Mucho tiempo después se impulsaron las cuotas del 20% dentro de los partidos políticos, después se obtuvo una representatividad no mayor al 70% de ningún género en las cámaras alta y baja, y ahora la paridad. Yo nací con el ejercicio de mi voto protegido, con las cuotas de género establecidas, aunque aún no efectivas. En mi edad adulta vi las cuotas vulnerarse y vi las acciones encaminadas a que se respeten. Ahora presencio la paridad en candidaturas como una realidad. Los logros alcanzados son reflejo de las acciones perseverantes de hombres y mujeres que están convencidos de la importancia de la participación política de las mujeres. Si bien lo alcanzado es loable, aún queda mucho por hacer más allá de garantizar a las mismas el acceso a los puestos de toma de decisiones. Los esfuerzos por fortalecer la participación política de las mujeres se han dado de la mano con el aumento de la presencia de las mismas en la toma de decisiones: perder presencia puede significar el estancamiento o la reversión de los logros alcanzados.
  1. Transformación del imaginario colectivo. Mercedes Barquet Montané describe maravillosamente el impacto que puede tener el incremento de la participación política de las mujeres haciendo particular referencia a la efectividad de las cuotas para la transformación del imaginario colectivo. Afirma que “las cuotas generan expectativas y abren espacios para las mujeres y permiten demostrar, en principio, que ellas pueden detentar puestos de responsabilidad y ejercer el poder ?o por lo menos lo pueden hacer tan bien o tan mal como cualquier hombre?, lo que proporciona a la sociedad, pero especialmente a otras mujeres que no la han tenido, una imagen alternativa o modelo de conducta en el ejercicio de una actividad a la que se tiene derecho, que empero hasta ahora ha sido reservada mayoritariamente a los hombres”.
  1. Es una oportunidad de reparar discriminaciones pasadas. En palabras de Mercedes Barquet Montané, “llevar a más mujeres a los puestos de poder significa reponerles un espacio y una función de representación y desempeño que les estaban vetados”.
  1. Para los hombres es una oportunidad para ir más allá del discurso y pseudo-apoyo. Es una oportunidad de mostrar que apoyan el empoderamiento de las mujeres en general, no sólo de sus madres, hijas, sobrinas, nietas y hermanas, así como de asumir la responsabilidad ciudadana de construir oportunidades iguales para las mujeres, aunque no sean sus parientes.

Desde luego que existen hombres y mujeres no capacitadas para los puestos, que son corruptos (as), violentos (as), xenófobos (as), clasistas, y que ejercen el poder de manera opresiva, pero eso está relacionado con la reformulación del sistema político de nuestro país, que da cabida a prácticas corruptas, violentas y discriminatorias. Por ahora las razones antes mencionadas se refieren al acceso a los puestos de toma de decisiones ante el nuevo escenario político-electoral que presentará la paridad.

La decisión responsable del voto debe estar acompañada de un proceso informativo sobre los y las candidatas. Otras cuestiones a considerar son ¿qué tipo de iniciativas promueven las mujeres de tal o cual partido?[5] Regresando a la importancia de no recurrir a argumentos esencialistas, no debe perderse de vista que el simple hecho de ser mujer no implica que promoverán iniciativas que erradiquen estereotipos, roles, violencia o discriminación de género. Sara Berbel en su artículo ¿Líderazgos femeninos o feministas?[6], públicado en el Diario El País, lo explica así: “como resultado de una educación profundamente patriarcal, (las mujeres) incorporan en su vida los valores fundamentales de nuestra sociedad, diferenciándose muy poco de los que reciben los hombres en cuanto al rol que deben desempeñar unas y otros”.

Votar por mujeres haciendo alusión a trivialidades o a “argumentos” esencialistas (que atribuyen cualidades o defectos a mujeres y hombres por el simple hecho de serlo) contribuye a fortalecer estereotipos sexistas. Votar por mujeres argumentando que somos más sensibles, menos corruptas, más generosas, más dignas de confianza y más trabajadoras que los hombres sería ignorar que esos valores no son inherentes a ningún género, puesto que existen tanto hombres como mujeres corruptos y deshonestos. Igual de irresponsable sería argumentar que vamos a votar por una mujer por el simple hecho de ser madre (aunque para muchas y muchos sea difícil de creer, no todas las mujeres son madres, ni todas quieren serlo), o que votaremos por hombres porque son mejores, porque ellos sí saben gobernar, son más fuertes[7], más racionales, más mano dura, o están más preparados[8].

Aludir a argumentos esencialistas basados en diferencias sexo-genéricas (relacionadas con el mero hecho de nacer de uno u otro sexo, o con el comportamiento que se espera de uno u otro sexo) para alentar el voto hacia las mujeres, es alimentar un círculo vicioso de argumentos sin fundamento que han sido utilizados hasta ahora en detrimento de las mujeres. Aludir a estereotipos es validarlos como ciertos y, por tanto, contribuir a perpetuarlos. Los estereotipos de género han sido especialmente dañinos para la construcción de una sociedad igualitaria, y han resultado en desigualdad de oportunidades y responsabilidades tanto para hombres como para mujeres.

 

Imagen: Manuela Álvarez Guzmán y Minerva Domínguez Morales, mujeres del municipio de Guevea en Juchitán, Oaxaca, quienes lograron con una impugnación ante el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación anular la elección municipal de 2013, debido a que se les impidió votar. Denunciaron agresiones y amenazas por parte del presidente del comisariado de bienes comunales, Isaí Ortiz Hernández. Paginabierta.mx

[1] Serie comentarios a las sentencias del Tribunal Electoral disponible en http://www.trife.gob.mx/category/serie/serie-comentarios-las-sentencias-del-tribunal-elec-0

[2] Para datos a nivel nacional en México pueden visitar el siguiente link: http://www.oecd.org/centrodemexico/medios/Gender%20Equality%20-%20Mexico%20-%20December%202012%20%28Gabriela%20Ramos%29%20%283%29.pdf
Para datos internacionales el link: http://beijing20.unwomen.org/es/infographic/beijing-at-20

[3] Género y Derechos Políticos TEPJF

[4] En la elección federal de 2009 se presentó un hecho inusitado en la historia política reciente de México: nueve diputadas federales, recién electas por el principio de representación proporcional, presentaron al mismo tiempo solicitudes de licencia ante la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados para separarse del cargo de manera definitiva, cuando apenas habían tomado posesión del mismo. Por si esto no tuviera la suficiente trascendencia, en todos los casos los suplentes eran varones

[5] Próximamente difundiremos los resultados de un estudio que sintetiza las iniciativas de género propuestas por los principales partidos políticos en México

[6] http://www.eldiario.es/catalunya/donesenxarxa/igualdad-feminismo-liderazgo_6_367523252.html

[7] Aunque jamás he visto que el proceso de toma de decisiones implique levantar pesas o que requiera de la fuerza física para cumplir con sus funciones.

[8] De acuerdo con las estadísticas de México publicadas por la OECD, las mujeres actualmente tienen un mayor nivel educativo que los hombres.

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