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Así fue la marcha de protesta por el feminicidio de Lesvy en la UNAM: ¡orgullosamente feminista!

Redacción

El 5 de mayo del 2017 se llevó a cabo la marcha de protesta por el feminicidio de Lesvy Berlín Osorio en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), una de las más renombradas en América Latina.

¿La exigencia? Ciertamente no “más seguridad”, como aseguran a la sociedad mexicana las autoridades de la UNAM, en estrecha colaboración con los medios de comunicación hegemónicos. Las más de mil mujeres que hicimos temblar a Ciudad Universitaria (CU) el 5 de mayo marchamos para exigir el esclarecimiento del feminicidio de Lesvy Rivera Osorio, ahorcada con un cable de teléfono la madrugada del 3 de mayo en los jardines del Instituto de Ingeniería. Marchamos para exigir que se erradique la violencia feminicida que le arrebató la vida a Lesvy, misma que lleva décadas imperando en las aulas, los baños, los pasillos, los museos y las facultades de la UNAM.

Marchamos porque pocas horas después de su asesinato, la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México, en colaboración con medios de comunicación como Excélsior, Milenio, El Universal, SinEmbargo y la revista Proceso, entre muchos otros, difundió información -proporcionada por la pareja sentimental de Lesvy, última persona que la vio con vida- que no tenía relevancia alguna con el feminicidio, pero que, en cambio, parecía tener el objetivo de responsabilizar a la víctima de su propio asesinato.

Junto a esta información, mayoritariamente falsa -según confirmó posteriormente la madre de Lesvy-, diversos medios de comunicación difundieron, a unas horas del feminicidio, la teoría -también propuesta por la pareja sentimental de Lesvy- de que su asesinato podría haber sido un suicidio, e insistieron hasta el cansancio en destacar que no era estudiante de la UNAM, situación que la periodista Dana Estrada también desmintió hace poco.

Marchamos, también, para alertar sobre el desprecio con que el rector de la UNAM, Enrique Graue Wiechers, abordó el asesinato de Lesvy, pues se limitó a “repudiar” “cualquier tipo de ilícito” en las instalaciones universitarias, como si del robo de una bicicleta se tratase, pasando por alto que se trataba del asesinato con lujo de violencia de una joven mujer en un país feminicida, contribuyendo así a minimizar y normalizar la violencia que se ejerce contra las mujeres todos los días, a todas horas, en la universidad a su cargo.

Marchamos porque para una mujer, como es del dominio público, atreverse a transitar por facultades como Ingeniería significa tener que sufrir lo que sufriría una persona negra al transitar por una reunión del Klu Klux Klan o una persona judía al entrar en un congreso de neonazis.

Marchamos para exigir que las autoridades, sean de la PGJ o de la UNAM, dejen de revictimizarnos a nosotras y proteger a los agresores, como lo hacen a través del Protocolo para la Atención de Casos de Violencia de Género en la UNAM.

Así, un grupo de mujeres universitarias y colectivas feministas, y no “la comunidad universitaria”, ni “hombres y mujeres estudiantes”, como han des-informado a la sociedad algunos medios, lanzó en redes la convocatoria para invitar a la sociedad mexicana a participar en la primera marcha de protesta al interior de Ciudad Universitaria. A la invitación respondieron decenas de colectivas y organizaciones feministas, así como feministas independientes y ciudadanxs en general.

 

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Y ese día una riada de miles de mujeres atravesó la UNAM, cimbrándolo todo a su paso.

Al llegar a la caseta telefónica donde Lesvy fue asesinada, entre todas montamos una ofrenda con flores y velas, honramos la vida y memoria de Lesvy, leímos poemas y cantamos consignas de sororidad. En medio del ritual, sin embargo, en el afán por sacar su nota, varios periodistas hombres empujaron a compañeras y se abalanzaron sobre las que rodeaban el altar, sin atender a la petición colectiva de que se alejaran, por respeto a la naturaleza del ritual que estaba celebrándose. Molestas por la falta de respeto de estos sujetos, formamos una valla lo mejor que pudimos para poder continuar lo que hacíamos y, en medio de tales esfuerzos, una compañera les salpicó a unos periodistas un poco de agua de su cantimplora en un intento por que retrocedieran.

Aunque la actitud agresiva de los periodistas se repitió cuando la madre y familiares de Lesvy arribaron al punto de encuentro frente a Rectoría, irónicamente esos mismos periodistas, aprovechando los medios masivos de difusión en los que trabajan, intentaron después centrar el debate público no en la marcha, sino en lo que calificaron de “una agresión” con agua por parte de las mujeres participantes. Eso sí, sin hacer mención alguna de lo indignante de su propio comportamiento frente a una protesta social por un feminicidio.

A pesar de todo, la madre de Lesvy consiguió transmitirnos su mensaje:

Después de eso la marcha se dispersó, y se formó un pequeño, pero muy valiente, contingente que bloqueó durante unos minutos la avenida insurgentes para denunciar la actitud cómplice de las autoridades y del Rector Graue frente al feminicidio de Lesvy:

Así, el 5 de mayo del 2017, durante varias horas más de mil mujeres gritamos nuestra digna rabia al unísono en los pasillos de la UNAM, unidas por una misma causa: dejarle claro a Enrique Graue Wiechers y a los agresores sexuales que han cooptado “la máxima casa de estudios” que las mujeres no somos objetos desechables, que vamos a defendernos, que cuando tocan a una respondemos todas, que su imperio de la violencia y la impunidad ya no es sostenible, como lo ha sido durante años; que una mujer, una sola mujer, es capaz de desatar la revolución que destruirá su imperio del horror, cuando miles respondamos a su llamado.

No te olvidaremos, Lesvy, no pararemos de gritar tu nombre y de exigir justicia y respeto por el dolor de tu familia a las autoridades de la PGJ, de la UNAM y a los medios de comunicación mexicanos.

No nos resignaremos a tu ausencia, hermana. Hasta que tu asesino reciba un castigo del tamaño del dolor que ha provocado. No nos detendremos, Lesvy, “hasta que la dignidad se haga costumbre”. “Hasta que la justicia se siente entre nosotras”.

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